*En un predio de Poza Rica, vestigios arqueológicos habitados a partir del año 600 y hasta la llegada de los conquistadores; estructuras cubiertas con geomembrana y tierra para evitar un saqueo
Édgar Escamilla
Poza Riva, Ver.- En terrenos de Poza Rica, vestigios del modo de vida de sus habitantes y un hallazgo de carbón en lo que, en su tiempo, fue una vivienda prehispánica.
Estaba dividido en dos polígonos, el primero de ellos conocido como Sector Huaxteco, donde se encuentra una de las estructuras con mayor dimensión y con forma circular, pero afectada durante la conformación del terreno realizada por la compañía constructora, dejando solo dos hiladas de piedra.
En el polígono dos o Sector Totonaco, se caracterizó por su posición sobre una terraza natural y la presencia de la Estructura 1; edificación cuadrangular con dimensiones mayores a los 10 metros tanto de frente como de ancho, que es delimitada de manera frontal hacia un grupo de 4 casas-habitación dispuestas en la ladera. Aquella zona se estimó que fue habitada a partir del año 600 y hasta la llegada de los conquistadores.
Corría el año 2012 cuando de manera fortuita se tuvo noticia por primera vez de un centro ceremonial en terrenos de Poza Rica, cuya historia había estado íntimamente ligada a la industria petrolera y se remontaba escasamente hasta inicios del siglo XX; esto añadía de un tajo poco más un milenio de presencia de grupos humanos y lo situaba como contemporáneo de El Tajín.
Trámites burocráticos y el desdén de los gobiernos mantiene hasta la fecha aquel legado bajo tierra.
En aquellas fechas, con Alfredo Gándara Andrade al frente del gobierno municipal, se autorizó la construcción de un centro comercial en un predio ubicado en los límites entre Poza Rica y Papantla, a escasos metros de la carretera federal 180.
La compañía constructora inició con el despalme del cerro, terreno en el que se llevaría a cabo la colocación de la emblemática primera piedra, sin saber que en su intento había destruido parte del legado que posteriormente se supo era un asentamiento huaxteco.
La arqueóloga Patricia Castillo Peña, entonces directora académica de la Zona de Monumentos Arqueológicos El Tajín, comentaba la anécdota de cómo fue que se percató de la existencia del sitio cuando transitaba por aquella carretera y cómo pronto se inició la investigación en el sitio, denominándolo Proyecto de Salvamento Arqueológico km 8.5, carretera Poza Rica – Papantla.
Parecía que todo se alineaba para que Poza Rica contara con un sitio arqueológico al que se llamó Noqhla, derivado de un vocablo totonaco que significa “Encuentro”,.
Los arqueólogos, entre ellos Hugo Juárez Tablero, idearon un plan de rescate, el cual contemplaba la construcción de una administración y contaduría, taquilla, instalaciones de seguridad, base de radio comunicación y bodegas, oficinas administrativas, sala de juntas, museo y un auditorio; se requerían tan solo un millón 494 mil pesos, para iniciar los trabajos, pero el dinero nunca llegó.
Juárez Tablero solía decir con gran orgullo que Noqhla estaba contando una parte de la historia que El Tajín no, pues fueron encontrados restos humanos enterrados bajo una de las aristas del basamento principal, considerado un adoratorio.
Aquellos restos eran de una mujer, que por sus características fue interpretada como una cihuatéotl o mujer divinizada después de morir durante el trabajo de parto.
Al paso del tiempo y sin recursos, el proyecto pronto cayó en el olvido de las autoridades, aunque en el discurso siempre se pronunciaron a favor del rescate de Noqhla.
Para evitar saqueos y la destrucción de las estructuras, los arqueólogos no tuvieron más que cubrirla con geomembrana y tierra; la naturaleza haría su parte meses después al invadir nuevamente con maleza.
A un año de que se cumpla una década del hallazgo de Noqhla, aquellas piedras llenas de historia aguardan el momento de volver a ser bañadas con los rayos del sol y que las personas conozcan de su existencia, del pasado prehispánico de Poza Rica.